Para Juan
Antonino, Bonny y Alida
Disfrutando con su familia en su casa en la Presa de La Boca, Monterrey, NL (Abril, 2006) |
El encargado de seguridad de la empresa y
otro de los trabajadores encontraron la avioneta destruida, y bañada en gasolina. Al revisar a los pasajeros, encontraron que dos de los ocupantes
habían fallecido: el piloto y el otro ingeniero, pero Juan Antonio se aferraba
a la vida, con la cara, las piernas y las manos fracturadas, y un golpe letal
en el cerebro... había perdido la consciencia.
Sobrevivió
el traslado a lomo por el bosque, hasta la enfermería del pueblo. Siguió vivo
mientras sus empleados conseguían otra avioneta para trasladarlo a un hospital.
Llegó vivo a la ciudad de Durango, y en el hospital lograron estabilizar sus
signos vitales. Mientras tanto desde Monterrey, su hermano el Doctor Jorge
Ballí ya estaba volando en un avión ambulancia con un equipo de médicos,
Ivonne la esposa de Juan Antonio y algunos de sus más cercanos amigos que no
pudieron dejar de ir y corrieron al aeropuerto de Monterrey para subirse en el
avión y ayudar, o al menos acompañar a la familia. Juan Antonio sobrevivió el
vuelo de regreso a Monterrey, y al llegar al hospital fue inmediatamente
ingresado a cuidados intensivos, sometido a estudios, y a cirugías de
emergencia. Había que perforar el cráneo para liberar
cualquier presión que se estuviera generando por la contusión traumática, y
había que limpiar de sangre los pulmones y sus bronquios. Las fracturas incontables
se podrían atender después, cuando fuera un mejor momento para encontrarlas. Fue
tan violento el impacto, que el aparato laparoscópico de un cirujano encontró
alojado a la entrada del pulmón derecho un pedazo del tablero de control del
avión; Juan Antonio viajaba en el asiento delantero junto al piloto, y en su
lucha por vivir, su cuerpo alcanzó a bronco-aspirar hasta pedazos de plástico
negro de la avioneta hecha añicos.
No era muy explicable cómo era que seguía
vivo, pero todos los que estábamos abrumados y desorientados en las salas de
espera del hospital comprendíamos que lo normal no aplicaba para nuestro Juan
Antonio, a la vez que no nos quedaba muy claro ni cómo era posible que Juan
Antonio estuviera en peligro de morir, ni qué íbamos a hacer si acaso moría.
Creo que nadie, y con los días ni los médicos, creíamos posible que muriera. Y
no falleció en los 3 primeros días, ni en las 3 siguientes semanas, ni en los 3
meses posteriores, y así, sufriendo y soportando en estado de coma todas las
cirugías del mundo, y todos los tratamientos que existan, Juan Antonio tardó 7
años en al fin cejar en su afán de vivir, y descansar...
Esto es lo que me dejó a mí:
Criar a
un hombre de bien, cabal e íntegro, en ésta nuestra sociedad humana, es casi
una imposibilidad. Eso decía mi madre; ella hubiera querido ser la mamá de mi
compadre Juan Antonio. Se hubiera conformado si yo fuera por lo menos un poco
como él... Y yo también así lo he deseado, desde hace décadas, pero no está tan
fácil. Creo que tenía razón mi mamá.
La
noción utópica del hombre que construye, en vez de romper; que apoya, en vez de
quitarse; que cumple, en vez de excusarse, porque es proveedor, es leal,
genuino y responsable, es una noción de cuento, poco común en la realidad.
A mí
Juan Antonio me enseñó todo eso, y muchísimo más. Y lo hizo como los verdaderos
maestros: con su propio ejemplo. Él jamás pidió que nadie hiciera nada que él
no hubiera hecho o estuviera dispuesto a hacer; y si no lo podías hacer,
siempre trataría de ayudarte a lograrlo; siempre. La palabra nobleza, en todas
sus acepciones, se debe utilizar liberalmente para Juan Antonio.
Él no
perdía el tiempo guardando rencores o quejándose, porque estaba muy ocupado
viviendo Su vida; y era tanta su pasión por ésta, que se le desbordaba y la
distribuía entre todos sus seres queridos; por eso fundó sin querer Toñito Tours; -así le puse en broma,
pero en serio, los viajes de muchísima gente, entre familiares y amigos se
sucedieron por el esfuerzo y liderazgo inigualable de Toñito, como muchos le
decíamos de cariño-. En alguna ocasión llegó a juntar para una foto de grupo a más
de 80 familiares y amigos, arriba de un cerro nevado en Colorado, desde bebés
hasta abuelitos...
Porque
tener la suerte de contarte entre sus seres queridos, era un premio de por
vida; era una beca inigualable, en la cual recibías cariño, respeto, apoyo,
honestidad, y sobre todo, la verdad. Su amistad no era condicionada, ni
limitada, ni tenía caducidad, y su inconcebible tenacidad para luchar
inefablemente por todo lo que él quería lograr, era la misma con la que
prodigaba su amistad y cariño a sus amigos o familiares, porque además, si te
quería, te volvías parte de su familia -aunque a veces ni te lo merecieras-,
pero él nunca te dejaba atrás porque no pudieras seguirle el paso. De haber
sido así, nos habría dejado atrás a casi todos los que lo seguíamos. Era tan
tenaz y empecinado, que al avión que lo mató, le tomó más de 7 años lograrlo...
En Bankok, Thailandia (2005) |
La
admiración, el respeto, el agradecimiento y el cariño que yo siento por Juan
Antonio, es muy profundo y difícil de expresar. Mi vida hubiera sido muy
distinta, y mucho menos valiosa, de no haber sido por él, y su ausencia, aunque
hayan pasado ya tantos años, me sigue lacerando una parte muy intima del
corazón... Él no estaría de acuerdo conmigo si me viera llorando todavía, pero,
no es nada fácil ser como él.
Con su
ejemplo comprendí que debes saberte querer a ti mismo, sino, ¿cómo pretender
que los demás te quieran a su vez?
Su feliz
vanidad era tomarse fotos, y a mí nada me gusta más que tomarlas, así que me brindó
entre tantas otras cosas, la oportunidad de tomar fotos fantásticas, porque a
él le gustaba que todo tuviera un propósito, y que éste valiera la pena; a mi
compadre le gustaba tomarse fotos haciendo lo que más le gustaba en la vida,
así que recorrí con él el mundo fotografiando sus desafíos a la aventura de
vivir la vida, con su estilo único: inspeccionando las obras enormes que erguía, esquiando las nieves de peligrosas laderas
inhóspitas, saltando olas intrépidas en varios mares del mundo, aventándose al
aire desde un peñasco en matacanes, pescando tiburones en el mediterráneo,
buceando en las profundidades de muchos mares, o simplemente zigzagueando con destreza
y galanura en su slalom, por toda la presa de la boca; incluso, lo fotografié
saludando de mano, en el mismísimo Vaticano, a su tocayo Juan Pablo II...
Juan Antonio esquiando frente a la casa que construyó para centro de reunión de toda su familia y amigos (2004) |
El
Ingeniero Juan Antonio Ballí Martínez no se conformaba con que su empresa
construyera proyectos; sus proyectos debían trascender, ser valiosos para la
comunidad, enormes, debían ser de gran orgullo para todos los que
participábamos en estos. Juan Antonio construía presas, plantas gigantes,
desarrollos enormes, porque su espíritu generoso no podía pensar más que en
términos de grandeza, de vastedad, de historia, de valor y de empeño. La presa
de seguridad Rompe Picos, en Monterrey, es él: un enorme ángel de la guarda,
fraguado en concreto. Una barrera enorme para proteger de las impertinencias torrenciales a todos los que se
pueda; tan enorme como lo fue él en vida, y es por eso que su ausencia crea un hueco tan,
tan grande, que nos deja casi sin aire para respirar...
Vancouver, BC
Invierno del 2013
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